Las acelgas son una verdura rica en minerales y vitaminas. Además, se preparan fácilmente y combinan muy bien con las legumbres.
Tienen su origen en el Mediterráneo. Ya en el siglo V a.C  los griegos las incluían en su dieta, utilizándolas también, tal como hicieron los romanos y los árabes posteriormente, como planta medicinal.
Se cultiva fácilmente en climas templados y su abundancia permite encontrarlas en los mercados a un precio asequible. Aunque están presentes durante todo el año, es desde el otoño hasta principios de la primavera su mejor época.
Hay que elegir los ejemplares con las hojas más frescas, de color verde uniforme y brillante, con las pencas duras, las más tiernas. Con una vida corta desde su recolecta, hay que consumirlas rápido. Es conveniente guardarlas en el frigorífico, en la zona de verduras, metidas en bolsas de plástico sin lavar ni trocear para que aguanten al menos un par de días. Por su alto contenido en minerales, tienen muy buen sabor y no hace falta aderezarlas, hervidas con un poco de aceite es suficiente.. No se deben hervir  más de 20 minutos porque perderían la mayor parte de sus vitaminas y el sabor. Combinan muy bien con las legumbres y otras verduras.
Como la mayor parte de las verduras, tiene un alto contenido en agua y una escasa cantidad de proteínas, grasas e hidratos de carbono. A pesar de ser un alimento poco energético, posee vitaminas, sales minerales y fibras, beneficiosas para el colesterol y el estreñimiento. Sus hojas verdes exteriores son las que tienen más vitaminas. La vitamina A (betacarotenos), tan abundante en las acelgas, es fundamental para la visión, el sistema inmunológico y por sus propiedades antioxidantes. Además, contiene, en menor proporción vitamina C, E y K. No hay que olvidar los antioxidantes y minerales: potasio, el más abundante, magnesio, sodio, yodo, hierro y calcio.