En kioscos, supermercados, salas de espera, celebraciones, fiestas de cumpleaños. Las chucherías, gominolas o golosinas nos tientan desde cualquier parte, y los dentistas no dejan de frotarse las manos. A nadie le gusta quitar una chuchería a un niño y verlo rabiar; sin embargo, olvidar las discusiones que puedan generar, instalar hábitos saludables en ellos y convertir estos productos en -como mínimo- alimentos ocasionales debería ser una obligación para los padres.
En el estudio ALADINO , que, entre otros temas, recoge datos sobre los hábitos alimentarios de los niños, encontramos una realidad preocupante: solo un 10% de los niños españoles reconoce que en su dieta no tienen cabida los caramelos o el chocolate y más de un 60% reconoce consumir habitualmente galletas, pasteles, donuts o bollos.
Por qué las gominolas son nocivas
Pero ¿por qué las chucherías están tan denostadas entre los especialistas de la alimentación? ¿Tienen elementos nutricionales positivos o son productos de nulo interés? La nutricionista Lucía Redondo Cuevas explica que “al igual que unos gusanitos, un bollo industrial, unas galletas, un croissant o cualquier bebida edulcorada, las chucherías son productos comestibles, que no alimentos, y por ello no deberían formar parte de nuestro patrón de alimentación”, explica.

”Los comestibles basan su éxito en ser hiperpalatables, es decir, en aportar un gran placer sensorial de forma inmediata. El problema es que ese chute de placer se produce a costa de una interminable cascada de efectos secundarios.”

Las chucherías son antojos que aportan mucha energía pero pocos nutrientes. Su contenido en proteínas, vitaminas y minerales es prácticamente inexistente. Por si esto fuera poco, emplean numerosos aditivos de dudosa calidad y reducen nuestro apetito, alterando la regularidad de nuestras comidas. Solo una educación equivocada conduce al consumo habitual de chucherías.
Explicar sus peligros es fundamental
La educación empieza en casa. El problema, muchas veces, es que los niños son los últimos responsables de sus actos y son los padres quienes no actuamos adecuadamente. Cada vez es más frecuente ver a adultos tomando este tipo de productos -por no hablar de otros más comunes, como la bollería- en tiendas de golosinas gourmet especialmente pensadas para ellos: los malos hábitos fomentados desde arriba.

Más de un 60%de los niños españoles reconoce consumir habitualmente galletas, pasteles, donuts o bollos

¿Deberíamos explicar mejor los peligros que entrañan las chucherías a los niños y dejar de verlas ligadas a ellos obviando sus consecuencias? “Implantar coherencia en el entorno de los más pequeños empieza con educación simultanea para niños y adultos: no podemos negarles lo que nosotros sí hacemos o viceversa. En los hogares y en los comedores escolares, solo deberían comprarse y servirse alimentos de calidad”, explica la especialista.
Las gominolas ecológicas no son la solución
El boom de lo ecológico y lo sin azúcar también ha llegado a las gominolas, y nosotros nos preguntamos si pueden llegar a ser un sustituto real de las gominolas tradicionales. Mientras que en algunos casos la búsqueda de soluciones alternativas se centra en asumir y reformular un producto que está en el mercado de una manera más saludable, para otros especialistas la solución está en tomar el camino opuesto.
Lucía Redondo nos aconseja no dejarnos engañar por los múltiples disfraces de las gominolas: “Ecológicas o no, edulcoradas con azúcar, con jugo de frutas, con fructosa o extracto de estevia, para veganos o para omnívoros, con más o menos aditivos… Sean como sean, las gominolas son y serán productos comestibles procesados que deben estar alejados de una alimentación saludable. El único sustituto sano de verdad es la fruta (entera, fresca, de temporada, de proximidad y, ahora sí, mejor ecológica)”.

«El contenido en proteínas, vitaminas y minerales de las chucherías es prácticamente inexistente”

Sin embargo, difícilmente podemos cambiar de un día para otro una industria que, en España, da trabajo a 4.000 personas y cuyas ventas generaron en 2015 un total de 565 millones de euros. Después de Alemania, España es el segundo país europeo que más golosinas produce y exporta, unos datos que se complementan negativamente con la desproporcionada tasa de consumo de azúcar que tenemos.
Somos un país goloso y solo un cambio de mentalidad profundo permitiría conseguir verdaderos avances: ya sea con una mayor concienciación en nuestra educación alimentaria, que nos aleje de las golosinas y nos enseñe a disfrutar de los alimentos nutritivos, o, como mal menor, aceptando las leyes del mercado con una reformulación innovadora que incremente el valor nutricional de estos productos y disminuya sus múltiples efectos secundarios.

Claudia Loring

 
Fuente: diario «La Vanguardia»
http://www.lavanguardia.com/vivo/nutricion/20170508/422387462407/las-chucherias-son-productos-comestibles-no-alimentos.html