La presencia del pescado de piscifactoría en hipermercados y supermercados se ha ido extendiendo en los últimos años, modificando los hábitos de los consumidores españoles. Progresivamente se van venciendo los prejuicios y recelos de los consumidores hacia un producto que se consideraba «artificial».
El agotamiento de los caladeros tradicionales y la creciente demanda de este alimento han provocado el incremento considerable de la demanda de pescado de acuicultura, que cuenta con una larga historia en algunos países. Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) el 70% de las reservas mundiales de peces con relevancia económica están agotadas a causa de la pesca industrial, que se basa en un reducido número de especies capturadas con métodos altamente destructivos. Respecto a la acuicultura, las previsiones para el año 2030 son que dos tercios del pescado consumido provenga de las «granjas».
Lograr aclimatar las diferentes especies a un espacio limitado requiere una investigación de unos diez años con el fin de lograr su reproducción. Recientemente se han conseguido grandes avances en la elaboración de piensos destinados a la alimentación de las crías y en la creación de microclimas. Estos peces se crían en recintos acotados hasta que llegan a la edad óptima para el consumo humano, siempre bajo rigurosos controles.

«Con las modernas técnicas de acuicultura se ha logrado aumentar la producción y, con ello, conseguir precios más asequibles para el consumidor.»

A la hora de seleccionar una especie, la acuicultura en un principio buscó  los pescados que mejor se adaptaban a la cautividad y, también, los más populares. Conseguidas las especies más «sencillas» (lubinas, truchas, doradas, rodaballos, etc.), ahora le toca el turno a otras que presentan una mayor dificultad como son, por ejemplo, el mero, la merluza o el atún rojo.
Con las modernas técnicas de acuicultura se ha logrado aumentar la producción y, con ello, conseguir precios más asequibles para el consumidor. Además, tienen una presencia estable en el mercado durante todo el año porque no dependen de incidencias de fenómenos naturales, por lo que el precio también se mantiene.

Pero ¿qué diferencias hay entre el pescado de “granja” y el salvaje?

El pescado de «granjas» tiene un mayor control nutricional y sanitario (alimentación en cantidades exactas y uso de antibióticos para evitar plagas y enfermedades). El de mar come lo que encuentra y está más expuesto a enfermedades.

«El pescado salvaje procedente de la pesca tradicional o extractiva es más sabroso y tiene mejor textura.»

No se aprecian diferencias entre ambos en el porcentaje de proteínas, grasas, vitaminas y minerales. El de acuicultura también conserva las propiedades nutricionales de los ácidos Omega 3, tan beneficiosos para la salud. Únicamente se puede decir que los peces de piscifactoría son algo más grasos porque se mueven menos.
Sin embargo, el pescado salvaje procedente de la pesca tradicional o extractiva es más sabroso y tiene mejor textura. También hay que señalar que la mayor parte de la gente no nota la diferencia, sobre todo si la elaboración culinaria es buena.
Por último, hay que reseñar que ha aparecido en el mercado una etiqueta de cultivo ecológico, menos pernicioso para el Medio Ambiente, que agrupa las producciones sostenibles. Con un precio ligeramente más caro, garantiza que han sido criados en condiciones más sostenibles, tanto por su alimentación como por su entorno.

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