El gazpacho se ha convertido en uno de los platos más típicos y refrescantes del verano, que se asocia con los rigores y el calor asfixiante de esta estación en zonas de interior.
Es como una sopa fría que se elabora con pan, aceite de oliva, vinagre y hortalizas crudas (tomates, pepinos, pimientos, cebollas y ajo). Su color varía desde el anaranjado pálido al rojo, según la cantidad de tomates empleados más o menos maduros. Los gazpachos serán rojos, si el tomate es ingrediente, o blancos, si no lo es. De todas formas, existen muchas variedades de gazpachos dependiendo de pueblos, cocineros…
El origen del actual gazpacho es incierto, se cree que es un plato del interior de Andalucía, con veranos secos y calurosos, donde el aceite de oliva y los productos de la huerta son abundantes, con unos veranos muy secos y calurosos. Se elaboraban con migas de pan, agua, vinagre y aceite de oliva. El tomate se introdujo ya en el siglo XIX.

«El gazpacho tiene múltiples beneficios nutricionales: vitamina C, A y E, hidratos de carbono, y varios minerales como el hierro, calcio, magnesio, zinc, potasio, sodio y fibra vegetal.»

El antiguo gazpacho ha dado lugar a varias versiones: calientes, como los manchegos, y fríos, como el ajoblanco y el salmorejo.
Se sirve en cuenco de barro porque lo mantiene fresco o también en un plato sopero. Se toma con cuchara o se puede beber en un vaso como un refresco. También se acompaña con una guarnición de tropezones, daditos de pan tostado, tomate, pepino, pimiento y cebolla. En algunas versiones se pueden añadir trocitos de jamón serrano, aceitunas, huevo picado… Se suele aconsejar servir el gazpacho no muy frío, porque las papilas gustativas reducen su sensibilidad con las bajas temperaturas. Por esta razón, un buen gazpacho debe estar fresco, ligeramente por debajo de la temperatura ambiente. Sin embargo, en invierno, es aconsejable tomarlo a temperatura ambiente, o ligeramente caliente.
Hay que conservarlo en el frigorífico, a una temperatura inferior a 6º C, en un recipiente cerrado para que conserve su sabor y aroma, nunca más allá de cinco días.
El gazpacho tiene múltiples beneficios nutricionales: vitamina C, A y E, hidratos de carbono, y varios minerales como el hierro, calcio, magnesio, zinc, potasio, sodio y fibra vegetal. Su efecto saciante lo hace muy recomendable para emplearlo en dietas. Además, es una bebida isotónica que evita la deshidratación en verano.
 
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