Así como los supermercados están llenos de productos que tradicionalmente hemos creído saludables y en realidad no lo son (desde cereales a galletas, salsas o snacks), también ha ocurrido a la inversa, especialmente en los últimos años.
Determinados alimentos de consumo habitual han sido demonizados sin motivo, aunque cada vez son más las voces que, desde el mundo de la nutrición, animan a olvidar los prejuicios e incorporarlos sin problema a la dieta.
Huevos
Desde que en 1973 la Asociación Americana del Corazón estableció que los huevos, ricos en grasas y colesterol, podían provocar fallos cardiacos, se prescribió un consumo máximo de dos o tres por semana. “Toda la revisión científica posterior demuestra que no hay relación entre el colesterol de los huevos y el riesgo cardiovascular”, señala la coach nutricional Susana León, que recomienda comer hasta un huevo diario “ya que, entre otras cosas, tienen proteínas de alto valor biológico, lo que significa que se incorporan de forma íntegra a nuestro organismo”.
Coincide con ella el dietista-nutricionista Joan Carles Montero, quien, no obstante, insiste en que “ningún alimento es imprescindible, y si no nos gustan los huevos siempre podemos sustituirlos por otros alimentos con nutrientes similares, ya que con siete a la semana corremos el riesgo de hacer una dieta monógama que nos podría llegar a cansar”.
Plátano
Durante años el plátano ha sido una de las frutas malditas, por ser una de las más calóricas y por su alto contenido en carbohidratos. “Una manzana estándar puede pesar unos 200 g, mientras que un plátano pesa 80 g”, señala Montero.
“Es cierto que tiene más calorías, pero también lo es que cuando tomamos una sola pieza estamos consumiendo las mismas, y que no hay nada más recomendable que un plátano, una fruta que, además, tiene el mejor envase del mundo, ya que es biodegradable”.
Carne de cerdo
La mala prensa que ha acompañado durante años a la carne de cerdo ha sido, en algunos casos, injustificada. “Las piezas magras, como el lomo o el solomillo, tienen propiedades similares a las de las carnes de ave y son muy bajas en colesterol”, señala León. No hay que equiparar, pues, las partes magras del cerdo con otras más grasas y procesadas, como embutidos y salchichas.
Gluten
“Las dietas sin gluten son una moda”, señala Montero, quien considera un error retirar los alimentos con gluten “si no tenemos ni intolerancia ni sensibilidad”.
El nutricionista recuerda que existen personas que, sin ser celiacas, presentan algún tipo de sensibilidad al gluten, y en este caso sí sería recomendable eliminarlo de la dieta. De no ser así, “no existe ningún motivo para dejar de consumir productos con gluten, ya que algunos de ellos son muy interesantes a nivel nutricional, pues aportan minerales y fibra”.
Frutos secos
Es cierto que los frutos secos son altamente calóricos, lo que durante muchos años ha llevado a muchas personas a retirarlos de la dieta, pero también lo es que son saciantes y nutritivos.
“Son ricos el fibra y contienen fitoesteroles naturales, que impiden la absorción del colesterol”, señala León, quien recomienda la ingesta de unos 20 o 30 g diarios, siempre al natural o tostados. Montero coincide: “es conveniente evitar los frutos secos fritos, salados o rebozados con miel”.
Lácteos
Si ha habido un producto que ha sido criticado sin motivo en los últimos tiempos, con permiso del gluten, han sido sin duda los lácteos. “Eliminar los lácteos, o en su defecto optar por leche sin lactosa, solo es recomendable para los intolerantes, es decir para las personas que no tienen lactasa, que es la enzima que ayuda a digerir la lactosa”, señala León. La nutricionista insta a consumir los lácteos enteros y sin azúcar, ya que “la revisión científica ha demostrado que no existe una relación directa entre el consumo de lácteos enteros y la obesidad, pues la parte grasa de la leche y derivados tiene un alto poder saciante, y además sus ácidos grasos saturados son de cadena corta, de manera que es más fácil que el organismo los asimile como propios”.

«Demonizados sin motivo, cada vez más nutricionistas abogan por ellos.»

Moreno coincide: “la leche y sus derivados son buenas fuentes de vitaminas liposolubles, proteínas y calcio, y tienen una densidad energética interesante”, pero insiste: “no son imprescindibles”. Así pues, del mismo modo que en la actualidad desde determinados sectores se insta a eliminar los lácteos, durante una época se prescribía su consumo como innegociable. “Existen otros alimentos, como las crucíferas (acelgas, coles, etc.), que también son buenas fuentes de calcio”, explica Montero.
Aguacate
“Es un alimento graso, pero también es rico en ácido oleico, antioxidantes, fibra y minerales”, señala León, que advierte que es recomendable adaptar el consumo de aguacates a nuestra actividad, ya que una pieza de tamaño estándar ronda las 250 calorías.
Moreno insiste en los beneficios del aguacate pero recomienda, al igual que León, ajustar su consumo al desgaste calórico de cada persona: “si tenemos un trabajo sedentario y hacemos poco ejercicio, debemos tener cuidado con eso que ahora llamamos real food: una tostada con aceite de oliva, huevo duro y aguacate puede ser un plato muy sano, pero también una bomba para alguien cuyo desgaste es escaso”.
Aceitunas
León las sitúa en el mismo lugar que el aguacate: “productos muy saludables que han sido denostados por su carga calórica, aunque son saciantes y gratificantes, además de que no solemos tomarlas en grandes cantidades”. La nutricionista recomienda optar preferiblemente por las aceitunas verdes, con 110 calorías por 100 g, frente a las negras, con 300 calorías.
Chocolate
La buena noticia, según León, es que una onza “puede ser beneficiosa para la salud, e incluso tener un efecto cardioprotector”. La nutricionista insiste en no superar esa cantidad, ya que “el chocolate, incluso el negro, tiene azúcares y grasas”, concluye.
Laura Conde
Fuente: diario «La Vanguardia»
 
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