¿Cómo afecta el cambio horario a nuestra salud?
Somnolencia, cansancio, irritabilidad y falta de atención. Son algunos de los síntomas que atormentarán a gran parte de la población esta semana a causa del cambio horario de la madrugada del sábado al domingo. Toca mover las manecillas del reloj de nuevo -a las tres serán las dos- y eso tiene un precio para el organismo.
Aunque podría parecer que el cambio de hora resulta beneficioso porque redunda en la ganancia de una hora de sueño, el cuerpo debe asumir un esfuerzo extra para sincronizar lo que se conoce como reloj biológico, y esto puede producir problemas e incomodidades durante la jornada, similares a los que provoca el ‘jet lag’.
Despertarse antes y sentir la necesidad de acostarse más temprano son las consecuencias más inmediatas y más obvias del cambio de hora, si bien es aconsejable vencer el impulso de ceder a la tentación, para tratar de adaptarse a la nueva situación y evitar las consecuencias que suponen para el cuerpo.
¿Cuáles son los síntomas?
El cambio horario supone una leve alteración del reloj biológico, lo que favorece la aparición de problemas como déficit de atención y de memoria, cansancio, somnolencia, irritabilidad o bajo estado de ánimo. También es habitual despertarse con sensación de mala calidad de sueño, de no haber descansado bien, según explica a 20minutos el neurólogo Karol Uscamaita, del Adsalutem Institute .
Solamente en el caso de que el cambio horario coincida con una disminución en las horas de sueño, pueden aparecer otros síntomas, como «el aumento de la tensión arterial o la frecuencia cardíaca», matiza el neurólogo.
¿Cómo puede afectar al trabajo?
Los problemas de memoria -que dificultan la retención de información-, el déficit de atención y la imposibilidad para concentrarse son algunos de los efectos del cambio de hora que pueden afectar a la jornada laboral y provocar que la vuelta al trabajo resulte más dura tras el retraso de las manecillas del reloj.
Esta condición afecta a las tareas que requieren mayor concentración y precisión, por lo que puede redundar en problemas no solo en el trabajo, sino en otras circunstancias, como al volante, donde hay que extremas la precaución.
Asimismo, la irritabilidad y el cambio en el estado anímico puede provocar que surjan roces con los compañeros y enrarecer el ambiente laboral, al reaccionar de manera exagerada ante determinados estímulos.
¿Cómo paliar los síntomas?
Para facilitar la adaptación y evitar los consabidos síntomas, es recomendable comenzar a preparar el organismo de forma progresiva antes de que se produzca el cambio horario. Así, durante los días previos, es aconsejable retrasar actividades rutinarias, como las comidas o incluso la hora de ir a dormir, en torno a 10 o 15 minutos para que la transición sea menos abrupta.
«El reloj se va a retrasar, por lo que debemos retrasarnos con él y lo mejor es no hacerlo de golpe. Durante la semana previa a que se produzca el cambio, podemos ir a dormir un poco más tarde cada día, unos 15 minutos. De esta manera, cuando llegue el momento de modificar la hora, casi habremos igualado nuestros ritmos con los del reloj», explica Uscamaita, experto en medicina del sueño.
En el caso de que no se haya hecho con anterioridad, apunta, es posible hacerlo a posteriori, con la conciencia de que siempre es mejor hacerlo de manera paulatina y no bruscamente. Además, es aconsejable evitar las siestas temporalmente -hasta que el cuerpo se haya adaptado al nuevo horario-.
Asimismo, adoptar hábitos que facilitan la conciliación del sueño por la noche y la activación por la mañana se perfile como una medida muy eficaz para evitar los síntomas del cambio horario. Disminuir el consumo de sustancias excitantes -cafeína, alcohol o tabaco-, reducir la exposición a las pantallas, evitar las comidas pesadas antes de dormir o propiciar la entrada de luz a primera hora son prácticas muy recomendables, según el neurólogo.
¿Cuánto tiempo duran los efectos?
La duración de los síntomas depende de los hábitos de cada individuo y de la preparación que haya llevado a cabo para adaptarse al cambio de hora. Así, cuanto mejor sea la higiene del sueño y más ordenados los horarios para acostarse y despertarse, más rápida sera la adaptación y menores los efectos.
En este sentido, si una persona tiene unos horarios de sueño muy desordenados y no hace por adaptarlos a la nueva situación, los síntomas pueden prolongarse en el tiempo hasta que decida cambiar sus hábitos, resalta Uscamaita.
¿A quién afecta más?
Son las personas de edad avanzada las más afectadas por el cambio horario y las que más pueden padecer sus consecuencias, ya que pueden tardar más tiempo que los jóvenes en adaptar su reloj biológico a la nueva situación.
«La gente de 70 años o más van muy adelantados, suelen levantarse muy temprano, y con el cambio van a adelantar sus horarios todavía más. Esto puede provocar que se despierten a las cuatro o a las cinco de la mañana», señala Ucamaita.
¿Es bueno para el organismo vivir con el horario de invierno?
Además de las consecuencias inmediatas del cambio de hora para el organismo, este conlleva una distribución de la luz diferente a lo largo del día: amanece más temprano y también anochece antes. Esta circunstancia también tiene una notable influencia en el cuerpo humano y sus ritmos.
La luz a primera hora de la mañana, detalla Ucamaita, es beneficiosa para el organismo, ya que lo ayuda comenzar la jornada. «Es importante para que podamos empezar las actividades durante el día, para que el cerebro entienda que deba estar atento. Da un impulso a una glándula en particular, a un núcleo en concreto, y activa muchas funciones: la atención, el movimiento, el apetito…», recalca.
Del mismo modo, la ausencia de luz por la noche es favorable, ya que estimula la producción de melatonina, que ayuda a conciliar el sueño.
Africa Albalá
Fuente: 20 minutos