Es tiempo de boletus
Son miles y miles las personas que se echan al monte en estas semanas, a la búsqueda de un tesoro gastronómico: los hongos, una especie con cientos de variantes de las que algunas no son comestibles y otras están en peligro de extinción.
Así que siempre, siempre que se salga al bosque a por hongos, hay que manejarse con prudencia y responsabilidad y hay que cumplir con una importante tradición: emplear para su recogida cestos de mimbre o bolsas de malla que permitan la caída de las esporas.
El boletus edulis (edulis significa comestible), conocido en Galicia como andoa, madeirudo o cogordo, en Euskadi hongo o onddo zuri, en Cataluña sureny, en Teruel porro y en Castilla seta de calabaza, es quizá el más popular y codiciado de los hongos que pueden encontrarse en nuestros bosques de monte. Su carne es tierna y blanca, sale un par de semanas después de las lluvias y en casos extremos puede alcanzar un peso de varios kilogramos.
Recientemente se ha encontrado en Cualedro, Ourense, un magnífico ejemplar de 3 kilos. No es lo habitual, ni es lo que buscan sus apasionados recolectores. Dependiente del ciclo lluvia y después sol, y muy perjudicado si hay fuertes vientos, el boletus alcanza en buenas condiciones un tamaño en su sombrero y pie de entre 7 y 20 centímetros de diámetro (un tamaño ya muy notable). La temperatura también es importante, no debe ser extrema, y la altitud ideal está entre los 500 y los 1300 metros sobre el nivel del mar. Todos estos condicionantes explican por qué algunas temporadas se consiguen menos ejemplares, mientras que otras hay abundancia.
Los conocedores dicen que el mejor bosque para encontrarlos es el hayedo (País Vasco), pero se da en pinares, robledales y castañares (Galicia), e incluso en zonas de helecho. Soria es la zona de mayor producción, pero todos los pinares de Castilla-León son también fecundos, como en muchas zonas de coníferas.
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