Durante la vejez se producen modificaciones fisiológicas que afectan en gran medida a la alimentación. Los cambios en la salud oral o en el aparato digestivo pueden requerir cambios en las texturas de los alimentos para minimizar riesgos y favorecer una ingesta suficiente y eficaz. Laura González, responsable de nutrición y salud de Nestlé, nos da las claves para una alimentación saludable en esta etapa de la vida.
Las principales disfunciones que pueden aparecer durante la vejez son en la salud oral. “Es común que se produzca la disminución del flujo de saliva originando sequedad en la boca, además de la pérdida de piezas dentales, por lo que aumenta el uso de prótesis dentales, disminuyendo la eficiencia en la masticación”. En  España casi el 40% de los ancianos tiene una pérdida dental grave.
También son frecuentes los cambios en el aparato digestivo como la disminución de la capacidad de absorción de nutrientes y la disfagia o la dificultad para tragar los alimentos. “En este momento de la vida en el que podemos presentar problemas de masticación por falta de piezas dentales o al tragar es necesario preparar dietas con textura blanda y fácil de tragar a fin de conseguir una deglución segura, minimizando así el riesgo de atragantamientos y broncoaspiración y favoreciendo una ingesta alimentaria suficiente y eficaz”, destaca Laura González en su colaboración semanal con “El Bisturí”.
Por ello es recomendable elegir texturas de alimentos que faciliten la ingesta como purés, sopas, huevos, lácteos, pescados sin espinas, verduras hervidas, frutas blandas, etcétera, en la que se incluyan todos los nutrientes.

«La disminución de los sentidos del gusto y el olfato altera la percepción de los sabores, y en algunos casos esto puede conducir a una disminución del apetito. Es por ello que se aconseja preparar comidas en formas variadas y siempre atractivas.»

En relación a otro tipo de trastornos frecuentes de salud destaca la osteoporosis, sobre todo en las mujeres, y se asocia a mayor riesgo de fracturas. “La formación ósea requiere de la ingesta diaria de proteínas, calcio, fósforo, magnesio y flúor”, señala.
En este sentido, recomienda la ingesta de lácteos como leche, yogur y algunos quesos, que suponen la mejor fuente de calcio, seguidos de vegetales, frutas y cereales. “Es importante saber que la absorción de calcio es mucho menor en estos últimos grupos de alimentos”.
Otro problema de salud frecuente en la vejez es el estreñimiento. La experta en nutrición señala que este se puede reducir aumentando el consumo de agua, con el uso de aceite de oliva para aliñar los platos y mediante la ingesta de alimentos ricos en fibra como frutas, verduras, cereales integrales, etcétera.
La edad también va aparejada a la disminución paulatina de los sentidos del gusto, olfato, vista, audición y tacto que, en mayor o menor medida, merman según el estilo de vida que la persona llevó y en función también de enfermedades presentes y de medicamentos utilizados.

La disminución de los sentidos del gusto y el olfato altera la percepción de los sabores, y en algunos casos esto puede conducir a una disminución del apetito. Es por ello que se aconseja preparar comidas en formas variadas y siempre atractivas, con combinaciones de colores, olores y sabores intensos, utilizando hierbas aromáticas distintas y “en cantidades generosas”. También es importante vigilar las temperaturas (ni muy frío ni muy caliente).
En el caso de que exista algún tipo de problema de salud adicional más complicado, sería adecuado procurar que la persona adulta mayor coma acompañada de la familia o cuidador.

 Pautas para alimentarse en la tercera edad

En general hay que mantener una alimentación variada y equilibrada, como siempre, para asegurar un óptimo aporte de nutrientes y adaptar la energía suministrada al menor gasto energético que conlleva el envejecimiento y la reducción de la actividad física. “El objetivo de una adecuada alimentación en la persona adulta mayor es mantener un óptimo estado de salud que permita cubrir las necesidades nutricionales para evitar deficiencias, mantener el adecuado peso corporal, retardar la progresión de enfermedades relacionadas con la nutrición”.
Los cambios fisiológicos comentados por Laura González originan, en numerosas ocasiones, una modificación de la dieta habitual como el abandono o disminución del consumo de alimentos proteicos, principalmente las carnes por la dificultad en la masticación, y esto contribuye la pérdida de masa muscular y además aumenta el riesgo de anemia a causa del déficit tanto de hierro como de vitamina B12.
En general, las personas mayores necesitan una dieta de alta densidad de nutrientes y que sea lo más variada y equilibrada posible para garantizar que cubran todas sus necesidades. “Hablamos de alta densidad de nutrientes ya que las necesidades energéticas disminuyen, pero por contraparte aumentan las de vitaminas y minerales”.
La nutricionista también enfatiza la importancia de tener cuidado con el consumo de vitaminas del complejo B como la tiamina, el ácido fólico, la vitamina B12, la vitamina C, el calcio, el hierro, y las proteínas.

Ejercicio físico

El ejercicio físico también es fundamental en esta etapa. Tener un día activo y realizar 30 minutos diarios de actividad física es fundamental. “Por ejemplo salir a caminar, nadar o algún deporte que sea de intensidad moderada y siempre que agrade a la persona. Cualquier ejercicio es mejor que nada, eso está claro, aunque se realice por periodos de 10 a 15 minutos”.
También señala que si existe alguna limitación física es importante consultar a un profesional de la salud para realizar los ejercicios apropiados a la condición de cada uno.
Por otra parte, la nutricionista advierte de que la práctica de actividad física rutinaria puede ser de gran ayuda para mantener su autonomía y elevar la calidad de vida y así reducir la dependencia de las personas adultas mayores, que suele aumentar con la edad.

Hidratación

Con la edad la sensación de sed disminuye y, por tanto, aumenta el riesgo de deshidratación. Por eso es muy importante beber agua a intervalos regulares aun sin tener esa sensación de sed.
“El agua es esencial para el buen funcionamiento de los riñones, evita la deshidratación, mantiene la temperatura corporal normal y ayuda a la digestión”. Se recomienda aproximadamente consumir un aporte hídrico de un litro y medio al día aunque no se tenga sed.
Para facilitar esta tarea la experta propone alternativas al agua como las infusiones o el café descafeinado. “De hecho, en el almuerzo y en la merienda se puede optar por infusiones”.
En cuanto al consumo de bebidas alcohólicas, se recomienda disminuir su consumo a no más de una copa de vino tinto al día. Además, es muy importante recordar que el alcohol modifica el efecto de los medicamentos, y que el aporte hídrico no solo proviene de la ingesta de agua, sino también del consumo de frutas y verduras o de preparaciones como las sopas, las cremas o las ensaladas.
 
Fuente: EFE Salud
Fotografía: Igor Kovalenko
 
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