¿De qué están hechas las chuches?
El ingrediente principal de las chuches es el azúcar, que habitualmente se añade en grandes cantidades, aunque sea con distintas denominaciones (jarabe de glucosa, fructosa, sacarosa). De ahí que gusten tanto.
La razón es que el azúcar, además de dar un sabor dulce a la comida, activa los sistemas de dopamina y opioides del cerebro, asociados con el bienestar y el placer, y crea una adicción similar a la de las drogas. Así lo pone de manifiesto una investigación de la universidad de Aarhus (Dinamarca), publicada recientemente en la revista Scientific Reports. Por ello, y por las consecuencias que su consumo excesivo puede tener sobre la salud (obesidad, diabetes, caries, hipertensión, colesterol) debe tomarse con prudencia.
«Gelificantes, zumos, colorantes, aromas y mucho azúcar son ingredientes habituales.»
La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo ha avisado en numerosas ocasiones: los azúcares libres (los que llevan las chuches) no deben superar el 10% de la ingesta calórica diaria, tanto en niños como en adultos. La equivalencia son 25 gramos para una dieta de 2.000 calorías, pero un puñado de caramelos suele superar dicha cantidad. «Por cada 100 gramos de chuches se pueden ingerir entre 50-80 gramos de azúcar y obtener entre 400-500 calorías», señala Teresa Cenarro, vicepresidenta de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPAP) y miembro del grupo de trabajo de Gastroenterología y Nutrición de la misma.
Las directrices de la OMS no se aplican a los azúcares intrínsecos, es decir, los presentes en las frutas y las verduras enteras frescas, aunque sí a sus zumos, que están presentes en las chuches.
El Real Decreto 348/2011, que contempla la calidad y composición de estos productos, los organiza en distintas categorías. Los caramelos, que varían según sean duros (piruletas), blandos (toffees), comprimidos (pastillas) o gomosos (ositos). Las gominolas, entre las que se encuentran los geles (ladrillos), los regalices, las espumas (nubes) o los fondants. Los confites (grageas, peladillas, garrapiñados) y los chicles.
«Estos alimentos se engloban dentro de los muy calóricos y deben tomarse con moderación.»
Las recetas varían entre las marcas, pero la referencia que se repite en la definición legislativa de la composición de todos ellos es la de «azúcar o aditivos edulcorantes». Estos últimos son los que aparecen en el etiquetado con la letra E seguida de un número, como el sorbitol (E-420) o la sacarina (E-954).
Sobre su composición, por poner algunos ejemplos, los caramelos duros tienen como característica que «son el resultado de una masa cristalizada de alta concentración y que está compuesta, principalmente, por un mínimo de 80% de azúcar, jarabe de glucosa y/o azúcar invertido», explica Silvia del Lamo, doctora en Ciencia de los Alimentos y profesora colaboradora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universidad Oberta Catalunya.
«El azúcar, además de dar un sabor dulce a la comida, activa los sistemas de dopamina y opioides del cerebro, asociados con el bienestar y el placer.»
Por su parte, los caramelos de goma se componen de gelificantes, como la gelatina –colágeno obtenido principalmente del cartílago de cerdo o el pescado–; y las gomas (goma arábiga, goma xantana). También hay gelificantes aptos para veganos, como el agar-agar o la pectina, y no aptos para celiacos, como algunos almidones modificados. Asimismo, se les suele echar cera de abeja, para que brillen y no se peguen.
En las llamadas frutas de Niza, se sustituye parcialmente el gelificante por pulpa de fruta. «Esta es una alternativa más natural, pero no especialmente más saludable, porque la aportación calórica es similar», matiza del Lamo.
Por su parte, los chicles, están «elaborados con una base masticable plástica o elástica, ya sea natural (caucho) o sintética (acetato polivinílico), que es insoluble en agua», añade la experta. Así como con endulzantes, colorantes o aromas, entre otros.
Nuevas fórmulas
Dado que la población cada vez se interesa más sobre lo que consume, las compañías de alimentación se han visto obligadas a desarrollar fórmulas adaptadas a sus exigencias, incluidos los fabricantes de chuches. Así han surgido las golosinas mini-tallas, cuyas porciones son más pequeñas para reducir el aporte calórico y la ingesta de azúcar. Otras se han centrado menos en el tamaño y más en el contenido, como las opciones ‘sin azúcar’, que en su lugar «incorporan polialcoholes», avisa la dietista nutricionista Lujan Soler. Estos son hidratos de carbono no digestibles que, aunque aportan menos calorías que el azúcar, si se toman en exceso pueden producir problemas gastrointestinales.
«La recomendación es buscar alternativas fuera de estos productos, que «no aportan nada nutricionalmente.»
Entre las novedades se incluyen las chucherías que prometen beneficios extra para la salud, al incluir una proporción de ingredientes saludables como el jengibre, el colágeno, el omega 3 o los aceites esenciales.
La recomendación de Soler, sin embargo, es buscar alternativas fuera de estos productos, que «no aportan nada nutricionalmente», si uno quiere darse un capricho ocasional, como un bizcocho casero con azúcar integral de caña o barritas de frutos secos crudos mezclados con cacao puro.
«Deberían percibirse como algo especial, no habitual»
«Las chuches contienen alrededor de 400 ó 500 calorías por cada 100 gramos, pero son calorías vacías. Nutricionalmente no aportan nada y un consumo excesivo aumenta el riesgo de caries y obesidad –el 35% de los menores de entre ocho y 16 años tienen exceso de peso en España–. Además, la gran cantidad de azúcar refinado que presentan se absorbe muy rápido y produce picos de insulina que pueden derivar en una diabetes.
«Los niños deberían percibirlas como algo muy especial ligado a situaciones excepcionales y no como parte de su dieta habitual.»
También sería adecuado impedir que se regalen bolsas de chuches en el medio escolar con motivo de un cumpleaños, porque no es muy educativo».
«Basándome en lo que es la alimentación saludable, hay categorías de productos que para mí podrían estar completamente fuera del mercado. Las chucherías es una de ellas porque, a nivel nutricional, no son fuente de ningún nutriente. Si se consumiesen de forma puntual lo podría llegar a aceptar, pero el problema es que se abusa mucho de ellas.
Lo que hay que hacer es educar en la buena alimentación desde pequeños y buscar otras alternativas de ‘snacks’ más saludables para los momentos en los que tenemos un capricho. No es que no se pueda tomar azúcar, es que hay otras maneras más sanas de tomarlo (fruta, cacao puro, bizcocho casero). La calidad nutricional es fundamental para evitar problemas de salud».
Elena Martín López
Fuente: diario «La Verdad»