La salud ósea infantil es determinante en el futuro riesgo de osteoporosis
Investigadores de la Academia Americana de Pediatría (AAP) han publicado recientemente un informe en el cual esbozan las estrategias que los pediatras deben implementar para potenciar la salud ósea de los niños.
Como es bien sabido, la osteoporosis es una patología debida a una reducción de la masa proteica y mineral que conforma el hueso. Según el reporte de la AAP, dicha patología es una causa importante de morbilidad entre la población mayor de 50 años, y por tanto aún en edad laboral, que supone una importante carga económica para las economías de los países; Se estima que para el año 2020, la mitad de los estadounidenses mayores de esa edad tendrán un elevado riesgo de fractura de huesos, principalmente cabeza del fémur que vulgarmente se conoce como fractura de cadera, como consecuencia de la baja densidad ósea.
A pesar de que las manifestaciones de estos problemas aparecen en edades avanzadas, los investigadores y médicos cada vez acumulan más evidencia científica que demuestra que su origen se sitúa en la infancia y es entonces cuando se deben llevar a cabo las medidas preventivas con mayor eficacia para el futuro.
Sabemos que muchos de los parámetros estructurales de nuestro organismo están determinados por la herencia familiar, en concreto, se estima que el 70% de la varianza en la masa ósea de las personas se debe a factores genéticos. Sin embargo, es obvio que estos parámetros pueden ser modulados por el estilo de vida de la persona: alimentación, actividad, etc. Según los expertos, la densidad o masa ósea es el factor modificable más determinante para la salud futura de nuestro esqueleto, pero este sólo es modificable durante la infancia y la juventud y depende directamente de la alimentación y de la exposición a la luz solar que determinan el aporte de calcio, vitamina D, proteínas como el colágeno, etc.
Obviamente, la deposición mineral en los huesos comienza durante el embarazo pero, desde el nacimiento hasta pocos años después de la madurez sexual, el contenido mineral óseo aumenta 40 veces siendo máxima al comienzo de la segunda década de la vida; de hecho, se estima que a los 18 años ya hemos adquirido el 90% de la masa ósea máxima que tendremos el resto de nuestra vida.
Debemos asegurar un adecuado consumo de calcio y vitamina D en los niños
Existen múltiples estudios que relacionan el posterior consumo de lácteos durante la infancia, principalmente leche de vaca, con mayores valores de densidad ósea en la edad adulta y menor riesgo de fracturas.
Es de sobra sabido que resulta imprescindible que, tras el nacimiento, se alimente a los niños con leche materna cuyas propiedades cubren todas las necesidades nutricionales e inmunológicas de los bebés y, en caso de imposibilidad materna de lactancia, recurrir a las leches o fórmulas infantiles; de igual modo, debe recurrirse a las leches de continuación cuando se abandone la lactancia materna ya que estas están diseñadas para ser un sustituto adecuado.
El 99% del calcio de nuestro cuerpo se sitúa en nuestros huesos, de ahí la importancia de tener un aporte adecuado de este mineral desde el momento del nacimiento. En los países occidentales, la principal fuente de calcio en la dieta después del primer año de vida es la leche y otros productos lácteos como los yogures, que en conjunto representan el 70-80% de la ingesta de calcio nutricional.
En el informe de la AAP se expresa que el consumo de calcio entre los niños y adolescente alcanza en promedio los 876 mg/día lo que supone sólo un 67% de los requerimientos dietéticos diarios propuestos por las autoridades sanitarias, el cuál, está fijado en un mínimo de 1300 mg/día. Para orientar dichas cantidades, recordemos que un vaso de 250 ml de leche aporta algo más de 300 mg de calcio, pero existen otras fuentes dietéticas de este mineral a parte de los lácteos como son las legumbres y semillas, así como alimentos fortificados como son los cereales del desayuno entre otros.
Otro actor fundamental en el mantenimiento de una correcta salud ósea es la vitamina D ya que es indispensable para la correcta absorción del calcio de la dieta y su incorporación a los huesos (sin vitamina D sólo el 10-15% del calcio dietético es absorbido). Sobre la problemática de la deficiencia de vitamina D entre los más pequeños ya hablamos en una noticia anterior publicada en la web de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (“La epidemia de la deficiencia en vitamina D afecta a los más pequeños”).
Además del aporte alimentario de calcio y vitamina D, existen otros factores que influyen en la masa ósea en la infancia. Uno de ellos es el nivel de actividad física ya que, una mayor actividad muscular potencia el depósito de calcio en los huesos (siempre sin que sea un ejercicio de alto rendimiento o desgaste, cuyo efecto puede ser justo el opuesto). En general, está comprobado que las actividades que requieren soportar el propio peso del cuerpo (camina, correr, bailar, etc.) son más beneficiosas para tener mayor masa ósea, que otras actividades como la natación o la bicicleta.
El otro factor no menos despreciable tiene que ver con el consumo de bebidas carbonatadas (refrescos con gas) los cuales tienen una relación con una menor masa ósea. Aunque se desconocen los mecanismos metabólicos exactos de esta relación, en parte también se debe a que cuantos más refrescos consume un niño, por lo general, menos vasos de leche toma al día. También está demostrado que las dietas de muy bajo contenido proteico o muy ricas en sodio (sal), se relacionan con menores capacidades de retención del calcio dietético en los huesos.
Fuente: Fundación Alimentación Saludable
http://www.alimentacionsaludable.es/noticias/noticia.asp?id=175