Una empresa estadounidense ha desarrollado un recubrimiento orgánico que extiende la vida útil de las frutas y verduras.

Hace diez años, James Rogers conducía a través de algunas de las tierras más productivas del planeta, pensando en la comida. Recientemente había leído un artículo que detallaba los desafíos de alimentar a la creciente población mundial, y mientras contemplaba los campos fértiles del Valle de Salinas en las afueras de Monterrey, California, pensó: ¿cómo es posible que la gente pase hambre, que la gente muera de hambre, cuando el cultivo de alimentos parece tan simple?

«El problema no es la producción, es lo que sucede después.»

Se preguntó si no sería tan simple como suponía. Comenzó a tomar clases de economía ambiental y recursos naturales. Aprendió que, a nivel mundial, estamos produciendo alimentos más que suficientes. El problema no es la producción, es lo que sucede después.

Desperdiciamos una cantidad extraordinaria de comida. En todo el mundo, casi un tercio de todos los alimentos producidos, aproximadamente 1.300 millones de toneladas, se pierden de una forma u otra cada año. La mayor parte del tiempo no solo se pierde, sino que se lleva a nuestras casas solo para ser arrojado a la basura y luego se transporta a un vertedero, donde lentamente libera metano a la atmósfera, calentando activamente la Tierra. En todo el mundo, un asombroso 10% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero están vinculadas al desperdicio de alimentos. La pregunta para Rogers era: ¿qué era exactamente lo que generaba tanto desperdicio?

Un día, mientras investigaba, se encontró con otro artículo. Todavía puede recordar su primera línea: «Todos los productos frescos son de temporada y perecederos». Esa idea, tan simple, tan cierta, le dio la pista. «El problema», recuerda, «es que estás en temporada y tienes más de lo que necesitas, o, si no lo estás, no tienes nada».

«Un asombroso 10% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero están vinculadas al desperdicio de alimentos.»

Comenzó a trabajar para aumentar la vida útil de las frutas y verduras. Finalmente, desarrolló una sustancia hecha completamente de lípidos vegetales o ácidos grasos. Se rocía sobre un aguacate, por ejemplo, y la sustancia se seca en una especie de segunda piel, lo que aumenta la vida útil de esta fruta en dos o tres veces.

Actualmente, la compañía fundada por Rogers, Apeel Sciences está creciendo de forma imparable, y está revolucionando sistemas y economías alimentarias enteras. Tiene su sede en Goleta, California, y allí se dedica al estudio de las estructuras moleculares de la fruta.

Ya tienen proveedores con los que trabajan que, por ejemplo, no usan envoltura plástica en verduras, como los pepinos, ahora que el aerosol de Apeel está en la mezcla. Es un cambio aparentemente pequeño que se suma rápidamente. En un solo año, ese movimiento ahorrará suficiente envoltura de plástico para envolver el Empire State Building 11 veces. Ese es un gran cambio de paradigma de los plásticos de un solo uso. Es un tipo de tecnología revolucionaria.

«Otras empresas alteran la atmósfera dentro de las cajas, disminuyendo la respuesta de los alimentos al etileno, que degrada el color y textura de los alimentos.»

Otras empresas que investigan en este campo son Hazel Tecnologías, de Chicago. Alteran la atmósfera dentro de las cajas, disminuyendo la respuesta de los alimentos al etileno, una sustancia química que las frutas y verduras emiten a medida que envejecen, lo que provoca una degradación en el color y la textura. Una compañía similar en el Reino Unido, llamada It’s Fresh, también fabrica filtros de etileno.

También está Cambridge Crops, de Massachusetts, que hace una capa protectora comestible similar a Apeel, usando proteínas de seda en lugar de lípidos vegetales.

Todas estas compañías e inversores están innovando para un mercado de al menos 218 mil millones  de dólares en los Estados Unidos, y varias veces más que en todo el mundo. Ese número, 218 mil millones de dólares, corresponde a lo que gastan las tiendas de comestibles, restaurantes y personas en el hogar en alimentos que simplemente se tiran cada año, según ReFed, una organización sin fines de lucro para la reducción de desperdicios de alimentos con sede en Berkeley, California. ReFed también estima que, el año pasado, las empresas invirtieron alrededor de 185 millones de dólares en tecnologías para combatir el desperdicio de alimentos.

«Estos avances son beneficiosos tanto para el medio ambiente, reducción del desperdicio, como para los consumidores, con unos precios más baratos.»

Lo que distingue a Apeel es su tecnología de recubrimiento específica: el hecho de que funciona de manera más efectiva que una cera y es un aditivo orgánico hecho de partes de plantas. Apeel ya está en camino de abarcar todo el mundo. Tiene oficinas satélites en México, Perú, los Países Bajos y Nueva Jersey.

El aerosol que se aplica puede estar hecho de los lípidos de cualquier planta; gran parte del cultivo de origen para sus ingredientes cambia a lo largo del año, y es simplemente el producto sobrante o descartado de granjas y viñedos, pero debe ser reconstituido molecularmente para actuar más o menos exactamente como la fruta específica sobre la que se rocía. La investigación y el desarrollo del primer producto de Apeel, por ejemplo, un recubrimiento para aguacates, tomó ocho años.

El objetivo de cada una de las líneas de productos de Apeel es genarar ahorro, tanto para los productores como para las tiendas, de tal modo que los consumidores paguemos menos por las frutas y verduras en el mercado. Esto es crucial porque, si bien es bueno para el medio ambiente y reducirá el desperdicio, también ayudará a los consumidores con unos precios más baratos

Ryan Bradley

Fuente : diario «The Guardian» (artículo completo)

https://www.theguardian.com/environment