Tras las Navidades, vuelve la obsesión por poner el cuerpo a punto y quitar los kilos de más que nos han dejado las cenas y las comidas. Sin embargo Lo que comas antes durante y después del entrenamiento influirá en tu línea, en tu rendimiento y hasta en lo placentera que te resulte la actividad física.

¿Comer antes de hacer ejercicio?

Aunque para hacer ejercicio hay que comer bien, no es buena idea hacerlo justo antes de una sesión de entrenamiento, sobre todo si se trata de una actividad intensa como el running o el ejercicio hipopresivo, que supone una succión del abdomen.
Si necesitas energía rápida, elige una bebida energética con carbohidratos, una barrita de cereales o un plátano.

¿Desayunar poco?

Siempre es importante hacer un buen desayuno, abundante y completo, con alimentos de todos los grupos. Pero se hace indispensable cuando vas a hacer deporte, sobre todo al medio día.
Tu desayuno debe incluir: cereales (a ser posible integrales tipo muesli con avena), frutos secos (aportan grasas saludables), un lácteo desnatado o vegetal, pan integral o de centeno (con mermelada o queso descremado), una fuente proteica (fiambre de pavo, atún, huevo, un batido de proteínas…) y fruta natural.

¿Comer algo después?

Justo después de hacer ejercicio no es buena idea compensar el esfuerzo comiéndote un bollo o dándote un festín, pero sí tomando una pieza de fruta, un batido o una bebida a base de proteínas y carbohidratos.

¿Acostarse sin cenar?

Si ya es una mala idea en el contexto de cualquier dieta saludable, hacerlo después de una sesión de ejercicio es un desastre nutricional. No ingerir nada por la noche ralentizará tu metabolismo en lugar de mantenerlo activo.
Recuerda escoger suplementos de marcas de nutrición deportiva fiables, fruta fresca, frutos secos y agua antes que zumos envasados, barritas de cereales con mucho chocolate, bollos o snacks de máquina. La diferencia de nutrientes entre unos y otros alimentos se traduce en calidad y calorías

Fuente: El Economista