Nos encontramos ante uno de los procesos fisiológicos más complejos y finamente diseñados de nuestro cuerpo: el hambre. El hambre está controlada por un montón de factores diversos. ¿Y qué relación tienen con el deporte?

Cuando hacemos ejercicio intenso, a veces, podemos sentir un hambre atroz. ¿Por qué razón? Más allá de lo obvio que nos parezca el asunto, la razón está en la gestión energética y en el compendio de señales programadas que tiene nuestro cuerpo.

¿Por qué me da hambre?

El hambre está, grosso modo, controlada por el hipotálamo. Este a su vez recibe señales nerviosas, del tubo digestivo, por ejemplo; químicas, de diversos factores presentes en la sangre; hormonales, procedentes del intestino y el tejido adiposo; y hasta sensoriales, de la vista, el oído y el olfato.

«Cuando en sangre nos faltan ciertas sustancias, como el azúcar, se generan señales que le indican a nuestro hipotálamo que hay que comer para recuperarlas.»

Los centros hipotalámicos de la alimentación y de la saciedad contienen muchos receptores para los neurotransmisores y las hormonas que modulan la conducta alimentaria. De entre todo este complejo sistema, nos interesa una rama concreta: la química. Cuando en sangre nos faltan ciertas sustancias, como el azúcar, se generan señales que le indican a nuestro hipotálamo que hay que comer para recuperarlas.

Estas señales son estimuladoras del apetito y, a su vez, generan nuevas señales que nos permiten almacenar y metabolizar energía según las necesidades del momento. El proceso es complejo y está retroalimentado por todo este sistema. Esto provoca que no siempre sintamos lo mismo y de la misma manera, por supuesto.

Qué pasa cuando hacemos ejercicio

Comenzamos a hacer ejercicio. Lo primero que comenzamos a consumir son los glúcidos disueltos en sangre. Estos nos dan energía inmediata. Al mismo tiempo, comienzan a liberarse los azúcares presentes en el glucógeno muscular. También comienzan a movilizarse las grasas, que se utilizarán para obtener más energía, pero de forma más lenta.

«Todo depende de la intensidad y el tiempo de ejercicio, así como las condiciones del mismo.»

De nuevo, estamos ante un proceso que no es nada sencillo, por mucho que tratemos de simplificarlo. Tras un periodo intenso de ejercicio, nuestros músculos habrán agotado el glucógeno y utilizarán el azúcar en sangre para reponerlo, además del que se haya consumido. Esto genera una señal química, como decíamos, que llega al hipotálamo, despertando nuestro apetito.

A esto ayuda la movilización de las grasas. Los adipocitos, las células que guardan estas sustancias, comienzan a segregar hormonas que indican la necesidad de comer. Esto, otra vez, se traduce en el hipotálamo como una señal que incita al apetito. Si, por la razón que fuese, no tuviésemos esas bajadas puntuales de nutrientes, nuestro hipotálamo no se «dispararía», con las señales.

Por otro lado, todo depende de la intensidad y el tiempo de ejercicio, así como las condiciones del mismo. Si hacemos ejercicio después de una comida copiosa, o ingerimos un suero azucarado, por ejemplo, es bastante menos probable que se despierte nuestro hambre. Además de todo lo anterior, resulta que el ejercicio podría tener el efecto contrario.

El ejercicio también quita el hambre

Si a ti el ejercicio no te da hambre, no es que tu sistema esté roto. Según algunos estudios, el ejercicio intenso, en ciertas personas, es capaz de suprimir la acción de dos sustancias importantísimas en la regulación del apetito: la grelina y el péptido YY. Mientras que la grelina es una hormona que estimula el apetito, el péptido YY lo suprime.

La investigación comprobó que el ejercicio aeróbico (intenso y de al menos 60 minutos) ayudaba a incrementar el nivel de péptido YY y bajar el nivel de grelina. Esto no ocurría con el ejercicio intenso anaeróbico, por cierto. Por tanto, el ejercicio también puede provocar una pérdida de apetito importante.

«El ejercicio intenso, en ciertas personas, es capaz de suprimir la acción de dos sustancias importantísimas en la regulación del apetito.»

¿Esto ocurre siempre? Los resultados son muy escuetos para saberlo con seguridad. La muestra es pequeña, en comparación a lo que se suele emplear a nivel de investigación con seres humanos. Y hay pocas investigaciones, todavía. Pero seguramente este proceso sirva para explicar la situación de muchas personas que no sienten nada de hambre, o que lo pierden, incluso, tras salir a correr o a hacer ejercicio aeróbico.

Una última cuestión: ¿debemos dejarnos llevar por el hambre en estas situaciones? Sin duda, no. Lo que debemos es controlar el apetito y comer adecuadamente. Este proceso regulador no se muestra de forma inmediata, sino que es paulatino. Por tanto, es importante controlarlo para no cometer un error y comer de forma descontrolada.

También podemos aprovechar otras señales relacionadas con el hambre: comer cosas con mucha fibra, hidrosoluble, que se hinche, por ejemplo; o beber agua, que nos ayudará a que nuestro cuerpo se sienta repleto y se lance la señal de satisfacción, a pesar de no haber comido nada en ese momento.

Santiago Campillo

Fuente: Vitónica

https://www.vitonica.com/alimentos