Tras dos décadas de investigación, científicos españoles demuestran que es una dieta variada y equilibrada, no un solo alimento, la que de verdad hace funcionar nuestro sistema inmunitario.

La inmunonutrición se centra en estudiar la relación entre lo que comemos (alimentación), cómo lo aprovechamos (nutrición) y nuestra capacidad defensiva (inmunidad). Concretamente, estudia qué componentes de la dieta pueden modificar la actividad de nuestro sistema defensivo (el sistema inmunitario), cómo y cuándo lo hacen”, explican los investigadores. Partiendo de esta base, el objetivo de la inmunonutrición es garantizar las necesidades defensivas del individuo en un momento determinado y que varían a lo largo de la vida, el estado de salud o la actividad (ejercicio, estrés, etc). “Prácticamente todos los componentes de la dieta tienen un papel clave para garantizar el correcto funcionamiento de nuestros elementos de defensa”, afirman.

«Todos los procesos inmunitarios necesitan materias primas para su funcionamiento: grasas, proteínas, azúcares, minerales y vitaminas.»

A pesar del creciente interés de la sociedad por la alimentación y la salud, la inmunonutrición “todavía no ha recibido la importancia que se merece y no se ha reconocido su relación con el impacto positivo que puede tener en la salud”, lamentan los del grupo AIT, y eso a pesar de que desde hace 20 años existe un grupo de trabajo -constituido como Sociedad Internacional de Inmunonutrición o ISIN– “cuya misión se centra en promover esta disciplina con la visión de establecer los requisitos nutricionales e inmunológicos claves para una apropiada política de salud, incluidas las políticas

Blindar la entrada a patógenos

La respuesta inmunitaria frente a un agente infeccioso es muy compleja e incluye muchos mecanismos diversos, que van desde barreras físicas para evitar la entrada del patógeno (piel y tejidos internos) a sustancias químicas (como el ácido del estómago) y la misma microbiota. Pero si, finalmente, el microorganismo logra acceder, “el sistema inmunitario instaura mecanismos rápidos de defensa para aislar y eliminar al agente infeccioso”.

«Las barreras defensivas están en continua renovación, por lo que necesitan un aporte constante de nutrientes para su reconstrucción.»

Esto no es todo: “Mientras las medidas anteriores actúan, se pone en marcha otra forma de intervenir, más precisa y efectiva, pero se trata de un proceso más elaborado que requiere más tiempo”, refieren los científicos. Entran en acción los linfocitos T, que destruyen las células infectadas, y los linfocitos B, que producen anticuerpos específicos para cada agente agresor.

“Todos estos procesos necesitan materias primas para su funcionamiento: grasas, proteínas, azúcares (como fuente energética), vitaminas y minerales para permitir su actividad defensiva, etc”, señalan. Y añaden: “Las barreras defensivas están en continua renovación, por lo que necesitan un aporte constante de nutrientes para su reconstrucción. Igualmente los linfocitos deben poder multiplicarse de forma efectiva e inmediata ante una agresión, por tanto, deben poder disponer de los elementos nutricionales, necesarios para ello”.

Dietas e inmunidad

Así pues, está claro que el sistema defensivo de nuestro organismo necesita todos los nutrientes para actuar con eficacia y precisión, y la dieta es la que los va a proporcionar. Como subrayan estos expertos, “si se restringe la incorporación de algunos de estos nutrientes, se pone en peligro su funcionamiento óptimo”, y hacen hincapié en que todas las dietas que restringen el consumo de algún componente concreto, deben estar compensadas: “Por ejemplo, con la dieta cetogénica, en la que se reduce sustancialmente el consumo de carbohidratos, se dejan de aportar alimentos tan claves para el sistema inmunitario como las vitaminas y antioxidantes de la fruta fresca o la fibra de las legumbres”.

«Lo importante de una dieta es que sea equilibrada y, también en el terreno de la inmunidad, gana la dieta mediterránea.»

Lo importante de una dieta es que sea equilibrada y, también en el terreno de la inmunidad, gana la dieta mediterránea, “un buen ejemplo de dieta equilibrada, rica en legumbres, frutas y verduras frescas, pescado, carne y ácidos grasos saludables como el aceite de oliva, capaces de aportar los diferentes oligoelementos necesarios para nuestro organismo”.

Inmunidad, nutrición y microbiota

Estas tres entidades forman un triángulo fundamental para nuestra salud. “Los nutrientes son la base para garantizar las funciones del cuerpo. Aportados en su justa medida permiten la buena función inmunitaria, ya que son constituyentes de sus células defensivas y les permiten su acción rápida en un momento dado”, añaden los también miembros de la Sociedad Española de Inmunología (SEI).

«Una dieta adecuada promueve una microbiota saludable que a su vez influye en la capacidad defensiva del organismo.»

A su vez, los componentes de la dieta alimentan a los microorganismos de nuestro intestino, de forma que “el tipo de dieta determina el tipo de microbiota que poseemos”. La microbiota tiene una función barrera para impedir la entrada de agentes infecciosos al organismo, pero al tiempo participa en la absorción de minerales y fabricación de compuestos útiles. “Una dieta adecuada favorece la buena función del sistema inmunitario, ya sea directamente o de forma indirecta, promoviendo una microbiota saludable que a su vez influye en la capacidad defensiva”, apostillan.

Alimentar las defensas

Todo lo anterior demuestra que es posible mejorar (o empeorar) nuestra inmunidad a través de la dieta. Según este grupo de inmunonutrición, “existen evidencias suficientes que demuestran que el consumo de componentes nutricionales antioxidantes o relacionados con el equilibrio oxidativo del organismo ayuda al sistema inmunitario a funcionar correctamente. También son de interés dietas que promuevan una microbiota saludable. Igualmente se ha visto que determinadas vitaminas como la A y la E son necesarias para desarrollar la defensa”.

La ISIN (promueve una dieta abundante en frutas y verduras -ricas en antioxidantes-, útil para promover un buen funcionamiento inmunitario, y también alimentos con alto contenido en fibra, asociado a una microbiota más saludable.

«La ISIN (Sociedad Internacional para la Inmunonutrición) promueve una dieta abundante en frutas y verduras -ricas en antioxidantes-y también alimentos con alto contenido en fibra.»

Estos expertos insisten en la dieta en conjunto y apuntan que “no hay que pensar en un componente aislado de la dieta -vitamina o alimento particular- como la clave para mejorar la respuesta inmunitaria del individuo. En absoluto se trata de buscar el alimento con mayor contenido en un componente particular y consumirlo en exceso”.

El mensaje es claro: “Dieta variada y equilibrada, como la mediterránea”, incluyendo alimentos que contengan vitaminas C, D, y E y minerales como el zinc, que han demostrado beneficios sobre el sistema inmunitario y pueden ayudar a prevenir infecciones. Pero “el abuso de estos también es contraproducente”.

Además, en el momento actual, el grupo de la Universidad de Barcelona hace especial énfasis en personas de edad avanzada, ya que “su sistema inmunitario es más deficitario de forma natural (inmunosenescencia), a la vez que pueden tener déficits nutricionales por problemas de digestión, inapetencia, entre otros”. Por ello, en esta población, más susceptible a infecciones, “una dieta rica en antioxidantes y vitaminas ayudará a potenciar algunas de estas funciones afectadas y mejorará su capacidad defensiva”, recomiendan.

Ángeles Gómez

Fuente: Alimente

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