La Dra. Marisa González Montero de Espinosa lleva trabajando en pro de una alimentación más saludable en la Escuela desde hace años. Fruto de su experiencia son numerosos proyectos de investigación, artículos y propuestas como las que leemos en esta entrevista. Es miembro del Grupo de investigación Epìnut de la Universidad Complutense de Madrid.

Pregunta. Hablar de malnutrición en los niños de los países desarrollados parece una exageración, pero en su opinión esto puede no ser así…
Respuesta. En efecto, la malnutrición infanto-juvenil está adquiriendo bastante importancia sobre todo en la época de crisis que atraviesa nuestro país. Al contrario de lo que puede parecer, no es exclusiva de los países ricos sino que afecta también, en distinto grado, a los paises pobres o en vías de desarrollo.
P. De hecho, la obesidad también puede ser considerada un problema de malnutrición…
R. En efecto, la obesidad es uno de los estados malnutritivos que interviene más activamente en la fisiopatología de múltiples enfermedades. Así, por ejemplo, se sabe que está relacionada con los niveles de presión arterial, ya que un menor obeso tiene entre 8 y 12 veces más riesgo de ser hipertenso que uno con un peso adecuado para su estatura. Este exceso ponderal es el resultado de la interacción de  componentes ambientales y genéticos, aunque no es totalmente conocida la contribución relativa de cada uno de los factores.
P. ¿Disponemos al respecto de cifras fiables en España?
R. El aumento desmesurado de peso en la época de crecimiento, calificado por la OMS como la epidemia del siglo XXI, se está intensificando peligrosamente a nivel mundial y, por supuesto, también en España. Esta agudización puede comprobarse al comparar las cifras de dos investigaciones españolas, muy parecidas respecto al número de individuos analizados (cercano a 7000) y que han utilizado los mismos patrones de referencia. La primera, realizada en 2006 por  Marrodán y col. entre escolares de 6 a 12 años, señalaba que padecían obesidad el 14,9 % de los varones y el 11,8% de las chicas. Sin embargo la segunda, hecha cinco años más tarde (estudio ALADINO) y efectuada con sujetos de entre 6 y 9 años, evaluaba la mencionada tasa de obesidad en 20,2 % del sexo masculino y en 14,8 % del femenino.
P. De todos modos, no sería el único problerma nutricional  entre los más jóvenes…
R. Otro de los desórdenes nutricionales más arraigados, principalmente entre los jóvenes son los Trastornos del Comportamiento Alimentario (TCA). Su etiopatogenia responde a aspectos biológicos (principalmente genéticos y neuroendocrinos, psicológicos, familiares y socioculturales. Todos ellos interactúan entre sí. El informe ADESLAS (2012) establece que la prevalencia de TCA en población adolescente oscila entre el  4,1 y 4,5% y que únicamente entre el 5 y el 10% de los afectados son varones. Esta diferenciación sexual puede achacarse a que los cambios corporales durante la pubertad afectan de distinto modo a los chicos que a las chicas; así, los primeros incrementan la masa muscular mientras que en las segundas el desarrollo afecta a los depósitos grasos de abdomen, cadera y muslos.
P. Parece claro que educar en salud desde edades tempranas debería de ser una prioridad… 
R. Por todo lo ya comentado, es fundamental atajar estas situaciones malnutritivas desde diversos frentes. Uno de ellos podría ser una buena educación alimentaria desde edades tempranas, ya que la infancia es el período ontogénico apropiado para implantar los hábitos saludables. Desgraciadamente, los últimos planes de estudio no han dado respuesta a la necesidad de impartir una educación nutricional adecuada en el ámbito escolar. Por ejemplo, la Ley Orgánica de Educación (LOE) de 2006 restringe esta temática a una o dos lecciones en Biología y Geología y en Educación Física de 3º ESO. Del mismo modo, la próxima Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) que ha entrado en vigor este curso en Primaria, no parece que vaya a presentar ningún avance en este sentido.

«Los enseñantes deberían ser capaces de conocer la alimentación de los escolares, averiguar su condición física y contribuir a detectar los posibles casos de obesidad y TCA»

P. Evidentemente, el papel de los padres es esencial…
R. Para desarrollar estas costumbres beneficiosas sería además necesario apoyarse en dos pilares vitales, el familiar y el escolar. Respecto al primero, los progenitores tendrían que ser un espejo de costumbres sanas, deberían planificar cuidadosamente las comidas de sus vástagos, vigilar su nivel de crecimiento y, por último, inculcarles conductas que promuevan el bienestar y disminuyan el riesgo de enfermedades en la edad adulta. También es verdad que en muchos casos las familias no disponen de los conocimientos suficientes e ignoran la importancia que tienen la alimentación y las costumbres sanas en el crecimiento, desarrollo y bienestar actual y venidero. Por ello, también sería oportuno que los centros educativos organizaran charlas dirigidas a los AMPAS para ilustrarles y ayudarles en esta labor fundamental.
P.  ¿Y el papel de los enseñantes?
R. La función de la escuela, a su vez, podría ser doble: a nivel de conocimientos y en el ámbito del comedor escolar. Desde el punto de vista teórico, sería conveniente  enseñar en la infancia y adolescencia las bases fundamentales de una alimentación equilibrada, desarrollar y evaluar programas de promoción de la salud y promover todo tipo de actividades que eviten el sedentarismo y fomenten la actividad física. Sería igualmente esencial organizar cursos de formación del profesorado que  actualizaran sus conocimientos sobre el tema alimentario y también proporcionar a los docentes los instrumentos necesarios -tanto teóricos como prácticos- para abordar esta enseñanza transversal dentro del aula. En definitiva, los enseñantes deberían ser capaces de conocer la alimentación de los escolares, averiguar su condición física, evaluar la condición nutricional del alumnado y detectar los posibles casos de obesidad y TCA.

«Sería importante elaborar manuales de salud y nutrición escolares encaminados a desarrollar actividades dentro del aula…»

P. Siempre acabamos echando de menos la parte práctica de todo esto, ¿no es cierto?
R. El medio práctico para desarrollar estos conocimientos impartidos en el aula es el comedor escolar. En él además se suplementa la alimentación familiar, se descubren nuevos sabores, se introducen alimentos tan denostados por los escolares como verduras y frutas, se fomenta la dieta equilibrada y se promueven hábitos nutricionales adecuados, tan necesarios para el crecimiento y desarrollo. Por supuesto, es de vital importancia que se informe a las familias de los menús escolares, para conseguir que las comidas en casa y la dieta en la escuela sean complementarias y de este modo soslayar problemas nutricionales.
P. Manos a la obra entonces…
R. En definitiva, para evitar la malnutrición de nuestros menores sería imprescindible involucrar a las familias, al profesorado, a los centros escolares y por supuesto a los respectivos gobiernos. Efectivamente, la administración educativa, además de todo lo expuesto anteriormente, debería realizar un seguimiento exhaustivo de la calidad de la dieta de los comedores escolares, promover proyectos de investigación en los que se involucre a los estamentos anteriores y potenciar congresos en los que los docentes intercambien ideas o experiencias y analicen los recursos y materiales más idóneos para el aprendizaje de las ciencias alimentarias. Igualmente, habría que elaborar manuales de salud y nutrición escolares encaminados a desarrollar actividades dentro del aula que motiven a los estudiantes para que se sientan protagonistas en la evaluación de su propio crecimiento.
Fuente: Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación

http://www.nutricion.org/noticias/entrevista.asp?id=13