Hace ya muchos años que vamos adquiriendo conciencia de la importancia que tiene lo que comemos en nuestra salud y nuestro bienestar. La obesidad y sus consecuencias para la salud son bien conocidos, así como otros trastornos de nuestros hábitos alimenticios como la anorexia y la bulimia. Lo que puede no ser tan conocido es la influencia en nuestros ojos y visión de los trastornos o carencias de nuestra nutrición.

El ojo es un órgano ricamente inervado y vascularizado, lo que quiere decir que puede afectarse por alteraciones que pueden iniciarse a mucha distancia de él dentro de nuestro cuerpo. Una mala nutrición puede ser el detonante de patologías oculares que afectarán a la cantidad o calidad de nuestra visión. Enfermedades como cataratas, degeneración macular y ojo seco, están entre las patologías que más frecuentemente conducen a la ceguera, o al menos entre las que más consultas demandan en los servicios de oftalmología. Todas ellas están más o menos directamente relacionadas con nuestra alimentación.

«Las vitaminas A, C y E son fundamentales para el mantenimiento de una función visual adecuada.»

La relación entre la dieta y la salud ocular es conocida desde la antigüedad. En el papiro de Ebers, que data alrededor de 1500 años antes de Cristo, el más completo documento existente sobre la medicina egipcia, ya se mencionaba la conveniencia de comer hígado para combatir la hemeralopía (encandilamiento), uno síntoma temprano de la carencia de vitamina A.

Hoy sabemos que determinados alimentos son fundamentales para el mantenimiento de una función visual adecuada. Entre ellos podemos mencionar 3 vitaminas. La vitamina A contribuye a la formación de los fotoreceptores, conos y bastones, que son las células de la retina que captaran las imágenes y protegen la mácula, la zona de la retina responsable de nuestra visión más precisa. Su ausencia producirá ceguera nocturna, degeneración de la retina y también xeroftalmia (sequedad ocular).

La zanahoria

Como Ebers nos enseñó se encuentra en el hígado y la yema de huevo. Y en forma de pro-carotenoide en la zanahoria, espinacas y col. La vitamina C es un potente antioxidante que retrasa la aparición de cataratas. Por último, la vitamina E es importante para evitar la oxidación de los ácidos grasos Omega 3 y 6, que como veremos protegen nuestra retina. Se encuentran en las almendras y en las semillas de girasol, las famosas y aditivas pipas.

Omega-3

Los ácidos grasos Omega-3 (EPA y DHA) mantienen la función ocular, juegan un papel importante en el tratamiento de la sequedad ocular y reducen el riesgo de retinopatía diabética. Están de moda en muchas dietas y podemos encontrarlos principalmente en el pescado azul: salmón, atún, caballa, trucha, bonito, rodaballo, y un largo etcétera. El ácido -linoleico o ácido graso Omega-6 es también un tratamiento eficaz para el ojo seco, y lo encontramos en el aceite de onagra.

Yema de huevo

La luteína y zeaxantina son dos pigmentos carotenoides que se encuentran en la mácula. Estos pigmentos nos protegen de la nociva luz ultravioleta (UV) que es extremadamente perjudicial para nuestra visión. Su falta nos conduce a la degeneración macular y ceguera de la visión central. Los encontramos en las espinacas, col, perejil, pistachos, guisantes, yema de huevo, maíz y uvas rojas.

Cacahuetes

Por último, el Zinc es un mineral fundamental para el transporte de vitamina A del hígado a la retina. Lo encontramos en las ostras, pipas de calabaza y cacahuetes.

La ingesta de estos alimentos, fundamentales para la salud de la visión, junto con unas gafas de sol con un filtro UV del 100%, el control de la hipertensión arterial y renunciar al tabaco, nos darán unos ojos en las mejores condiciones para una visión adecuada.

José Ramón Villada, oftalmólogo

Fuente: diariosanitario.com

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