Desde la vitamina C de las naranjas y las calorías de la fruta, al azúcar de las mandarinas y la relación del limón con la grasa, en este artículo se desmontan cuatro falsos mitos sobre los cítricos.
Mitos sobre los cítricos
1– El zumo de naranja, la vitamina C y el reloj.
“Bébete el zumo, que se le van las vitaminas”. ¿Cuántas veces hemos dicho u oído esta frase? Quienes crean aún que las naranjas pierden rápidamente la vitamina C tras ser exprimidas, ya pueden ir descartando la idea (y bebiendo el zumo despacio), porque esta creencia es un mito. Cuando exprimimos una naranja (o cualquier otro cítrico), la vitamina C no desaparece ni se esfuma de inmediato.
¿De dónde surge este rumor? Probablemente, de una verdad mal explicada. La vitamina C (o ácido ascórbico) se oxida con rapidez en contacto con el aire y se transforma en otra sustancia llamada ácido dehidroascórbico. Sin embargo, esta nueva sustancia mantiene las propiedades de la vitamina C. ¿Durante cuánto tiempo? ¡Alrededor de medio día! Según explican varios especialistas en nutrición en una completa revisión científica, esta vitamina se conserva perfectamente en el zumo durante 12 horas, aunque el sabor de la bebida pueda volverse un poco más amargo. Los mismos expertos señalan que sería necesario someter al zumo a una condición extrema (como calentarlo a más de 120 ºC) para que hubiera una disminución drástica de vitamina C.
2– La diabetes y el azúcar de las mandarinas.
“Si tienes diabetes, no debes comer fruta”. Esta es una idea muy extendida en nuestro entorno y se apoya en un razonamiento lógico tan sencillo que parece de manual: las personas con diabetes no deben tomar azúcar, y como las frutas contienen azúcar, por lo tanto, las personas con diabetes no deben comer fruta. Aplastante, ¿verdad? Pues resulta que es incorrecto. O, mejor dicho, inexacto, porque en ese enunciado no se tienen en cuenta ni la cantidad ni el tipo de azúcares, ni la calidad del alimento que los contiene (en este caso, una fruta).
Las mandarinas, las más dulces de los cítricos, solo contienen 9g de azúcar por cada 100g de peso. Por supuesto, las personas con diabetes deben conocer este dato y tenerlo presente (sobre todo, cuando controlan sus niveles de glucemia con insulina). Pero también deben saber que, a día de hoy, ninguna institución de referencia en diabetes ni ningún experto en esta patología recomienda erradicar la fruta de la dieta. Al revés: la Asociación Americana de Diabetes (AAD) aconseja que los carbohidratos que se ingieran provengan de hortalizas, frutas, cereales integrales, legumbres y productos lácteos, en vez de consumirlos a partir de otras fuentes, como alimentos a los que se le han añadido grasas, azúcares o sal.
En la misma línea, el Ministerio de Sanidad sostiene que las frutas son alimentos sanos que proporcionan cantidades pequeñas de fructosa en una dieta habitual, y por ello no aconseja disminuir su ingesta. El dietista-nutricionista Julio Basulto explica que, como el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares es más elevado en las personas con diabetes, comer fruta resulta muy recomendable: “puede tener efectos beneficiosos sobre los niveles de colesterol y sobre otros factores de riesgo cardiovascular, como la tensión arterial”.
3– El caso del limón quemagrasas.
El jugo del limón es eficaz para limpiar vajilla, utensilios y superficies de cocina. Su destacado contenido en ácido ascórbico y ácido cítrico ayuda a quitar los restos de grasa que quedan en los platos tras comer, por ejemplo, un pollo asado. También puede emplearse para limpiar las salpicaduras de aceite cuando hacemos algún alimento frito o combinarse con bicarbonato para pulir superficies. Muchos productos industriales de limpieza apelan a este poder desengrasante en sus promociones.
Ahora bien, una cosa es que el limón ayude a quitar la grasa de un plato y otra muy distinta es que pueda disolver la grasa de nuestro cuerpo. Creer que el zumo de limón combinado con agua tibia sirve para quemar la grasa corporal y que, además, lo hace selectivamente (es decir, que solo remueve la que no nos gusta) es un error y puede convertirse en un timo. Existen diversos complementos quemagrasas que se venden utilizando esta idea. Y es falsa. La EFSA (la máxima autoridad europea en materia de alimentación) no ha aprobado ninguna declaración de salud para ningún alimento o complemento con respecto a una supuesta capacidad para eliminar de forma específica la grasa corporal. Los quemagrasas no funcionan.
4– La naranja y su zumo.
No es lo mismo una pieza de naranja entera que una pieza de naranja exprimida. En primer lugar, porque cambia la composición nutricional. Cuando exprimimos la fruta, se pierde la fibra, un nutriente cuyos beneficios van más allá de mejorar el tránsito intestinal. La fibra de los alimentos es importante para la salud cardiovascular y también ayuda a controlar nuestro peso. Y eso no es todo.
Para hacer un vaso de zumo es necesario exprimir, al menos, un par de naranjas. Ese vaso de zumo lo beberemos con mayor rapidez de lo que tardaríamos en comer las dos piezas de fruta (no hace falta masticar) y su impacto en nuestro organismo será bien distinto. El pediatra Carlos Casabona es muy claro al respecto: “beber zumo hace que fluya a toda velocidad un torrente líquido lleno de azúcares libres, con sus correspondientes calorías. La repercusión metabólica es muy distinta a la que se produce cuando el bolo alimenticio progresa por el intestino a un ritmo adecuado, liberando los azúcares contenidos de manera mucho más lenta y dando tiempo al organismo a responder con eficacia para que no haya picos elevados y súbitos de glucosa en sangre”.
Además, no nos saciará igual. De hecho, es bastante probable que acompañemos ese zumo con algo sólido (un sándwich, una tostada, un cruasán…). En cambio, si comemos las dos piezas de naranja, será menos probable que tengamos ganas de comer otras cosas para acompañar. En suma: perdemos la fibra, consumimos más azúcares de golpe y añadimos más calorías con algún otro alimento, ya que el zumo no nos quitará el apetito. Por eso los especialistas subrayan que el zumo no equivale ni sustituye a la fruta entera.
– Fuente original: Consumer.
Fotografía: restauracioncolectiva.com
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